Si ustedes los invocan, no oyen su invocación, y si oyeran no podrían responder. El Día de la Resurrección negarán que los hayan adorado, y no te informará nadie como Dios, Quien está bien informado de todo.
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En este versículo, Dios evidencia que aquellos ídolos a los que se invoca, ya sean ángeles, profetas o estatuas, son débiles e incapaces de contestar las súplicas, ya que carecen de los medios que sus adoradores les atribuyen: poder, dominio, capacidad de audición y posibilidad de conceder las súplicas. Dios negó a través de este versículo que tales ídolos poseyeran con qué responder a quienes les suplican cuando dijo: “Si los invocan, no oyen su invocación”, tal como dijera en otro versículo: “En lugar de adorar a Dios, adoran lo que no tiene ni tendrá dominio alguno sobre las provisiones del cielo y de la Tierra” (16:73); luego Dios negó que tales ídolos tuvieran capacidad de audición: “Si los invocan, no oyen su invocación”, y para confirmar ese concepto dijo: “y si oyeran no podrían responder”, ya que no poseen esa posibilidad, porque Dios no ha concedido a nada de su creación la capacidad de responder a las súplicas, ya sea por sí mismo o como intermediario.


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