Cuando al ser humano le acontece una desgracia, invoca a su Señor y se vuelve a Él [pidiéndole que lo auxilie]; pero luego, cuando Él le concede una gracia, olvida que Lo había invocado antes e iguala a sus ídolos con Dios [dedicándoles actos de adoración y súplicas], descarriando a otros de Su sendero. Dile [a quien se comporte de esta manera]: "Disfruta por poco tiempo de tu incredulidad, pues serás de los moradores del Infierno".