4. Y cuando se enfrenten contra quienes niegan la verdad (en el campo de batalla), mátenlos. Después, cuando estén sometidos y derrotados, tomen prisioneros. Luego, cuando cese la guerra, pueden dejarlos en libertad o pueden pedir un rescate por ellos[938]. Así debe ser. Si Al-lah hubiese querido, habría acabado con ellos (sin necesidad de que lucharan), pero quiere ponerlos a prueba (a través del combate). Y Al-lah no dejará sin recompensa las buenas acciones de quienes mueran por Su causa.
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[938] El creyente debe luchar con valor en la batalla, sin temer al enemigo ni huir de él, pero hay muchas reglas que debe respetar, entre las que destacan: no matar a niños, mujeres, discapacitados o ancianos ni causar terror entre la población general que no participa en la batalla; debe intentar evitar la guerra, si puede, y alcanzar la paz con la menor cantidad posible de víctimas enemigas; el ejército no debe acampar en lugares donde bloquee el camino y cause molestias a la población; los emisarios del enemigo deben ser respetados, así como los campos, las cosechas y los religiosos que están en sus templos adorando a su Señor; no deben mutilarse ni desfigurarse los cadáveres; los prisioneros deben ser tratados con dignidad, y si uno sufre maltrato debe ser puesto en libertad sin rescate alguno como compensación; el prisionero tiene derecho a ser vestido y alimentado como los creyentes y a estar cerca de otros familiares suyos hechos prisioneros, etc. El Profeta —que Al-lah lo bendiga y le dé la paz— daba tanta importancia a estas normas que consideraba que el ejército que no las respetaba no luchaba por la causa de Al-lah, sino por sus propios intereses.